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DIS. Carles Porta

Este año, Animac hablará de la memoria, los recuerdos, el pasado, el tiempo vivido…

Como acostumbro a hacer, empiezo a trabajar con alguna técnica que hace tiempo que no practico. En esta ocasión, tenía ganas de pintar, pintar con pinceles sobre papel, mezclar y preparar colores con acrílico, y también usar acuarela y todo tipo de experimentos plásticos. Era un plan para mantenerme lejos del ordenador.

No suelo mirar atrás, pero ahora no podía huir de este ejercicio. Intenté recordar mi infancia. Me dibujé rodeado de mi familia como si estuviéramos en una película de Woody Allen. Seguí adelante, intentando rascar en mi mente buscando alguna experiencia vivida capaz de elevarse a la categoría de imagen para cartel de animación. Poco a poco abandoné esos momentos vividos para pensar en aquellos objetos aparentemente intrascendentes que nos conectan directamente con algún momento de nuestra vida. Ahora mi trabajo se acercaba a la naturaleza muerta: una postal del monte Fuji, un zapato de mujer, la figurita de plástico de un indio a caballo, un sombrero de hombre…

Todo eso no estaba mal, pero siempre tengo la necesidad de representar algún ser vivo en mis carteles. Es lo que a veces hemos llamado con Carolina López, directora de Animac, «el factor humano».

Así que, de nuevo, cambié de perspectiva y me encontré finalmente con el cartel de este año. Pero esta vez, el ser es una forma azul que tan solo se insinúa. Se podría decir que es una imagen abstracta. El primer cartel no figurativo de Animac.

Mi memoria está hecha de pequeños fragmentos. Supongo que es parecida a todas, pero desgraciadamente con más espacios vacíos que otras. Los fragmentos gravitan sobre el espacio manteniéndose a cierta distancia. Todos estos fragmentos son mi cápsula del tiempo.

Carles Porta

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