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Elsa Casanova Sampé. Mirada captiva

La amenaza de colapso ecológico y pérdida de biodiversidad actual ha derivado, en gran parte, de la concepción de que la naturaleza es una fuente de extracción y no un elemento del que somos ecodependientes. Pese a la extensa relación del ser humano con los animales domesticados, los encuentros con los animales salvajes en la mayoría de las sociedades urbanas son generalmente raros o triviales. En este contexto, la figura del cazador no pasa desapercibida: el cazador fuerza el encuentro con el animal salvaje, es un buscador activo.  

Muchas veces nuestra forma de mirar la fauna salvaje está mediada a través de una cámara, del pincel de un pintor o de la narración de un documental. Sin embargo, los cazadores no son simples espectadores de la naturaleza, sino que participan activamente en su transformación. ¿Cómo mira, un cazador, al animal salvaje? ¿Cómo mantiene esa mirada cautiva? ¿Qué valores, ideologías y sesgos están inscritos en su mirada?

Desde el punto de vista de los cazadores, su práctica es crucial para controlar la biodiversidad. En territorios donde los espacios naturales están muy fragmentados, como Catalunya, la reintroducción de depredadores, que podría permitir el balance natural de la fauna, a menudo entra en conflicto con la gestión agrícola y ganadera. Por lo tanto, la caza se plantea como un método de gestión de poblaciones salvajes y se considera esencial para garantizar un equilibrio entre especies.

Sin embargo, a pesar del profundo conocimiento y el supuesto respeto hacia la naturaleza de la comunidad de cazadores, la justificación de esta práctica radica en un sistema de valores que categoriza al animal salvaje como la alteridad, como lo que está «por debajo» nuestro y que, en consecuencia, puede ser «modelado» al deseo humano. La caza es una actividad de ocio y recreativa, a través de la cual se adquiere control sobre aquello que socialmente se ha considerado inferior: lo natural y salvaje.

En un momento de crisis climática, es más importante que nunca cuestionarse a través de qué miradas encuadramos, pensamos y nos relacionamos con lo no humano (o, cada vez más, no nos relacionamos), para entender cuáles son las ideologías que se perpetúan con nuestra forma de mirar la naturaleza.